“Se llamaba Keawe y había nacido en Hawai. …………………….( ser) un hombre pobre, inquieto y valiente; …………………..( saber) leer y escribir como un maestro de escuela y ……………….( era) un marino de primera que ……………………( navegar) en los barcos de vapor de la isla y ……………………..( gobernar) un bote ballenero.
Después de navegar por todas las costas ……………..( querer) ver más mundo, ………………….( querer) ver las ciudades extranjeras , ……………………….(querer) ver qué había más allá de sus playas y se ……………………..( embarcar) en un buque que …..........( partir) para San Francisco.
San Francisco …………….( ser ) una ciudad grande, con una espléndido puerto. …………….( tener) una hermosa colina llena de mansiones donde ……………( vivir) gente muy rica.. Por aquellas colinas ………………..( pasear) un día Keawe , contento por tener dinero en los bolsillos, mirando esas casas una más linda que la otra.
“Hermosas casas – ……………….( pensar) Keawe-. Deben ser muy felices los hombres que viven sin preocuparse por el futuro”.
En eso ………………( seguir) pensando cuando ………………….( llegar) frente a una casa , tal vez más chica que las otras , pero tan hermosa y bien terminada que …………………..( parecer) de juguete. Los escalones …………………..( tener) el brillo de la plata , los bordes del jardín ………………………( ser) guirnaldas de flores y las ventanas ……………………..( resplandecer) como diamantes .
Keawe se ……………………( parar) frente a la casa, entusiasmado.
Mientras la miraba …………………( ver) que detrás de una de las ventanas un hombre lo ……………….( mirar) a él. Keawe …………………( poder) verlo tan claramente como se ve a los peces en el agua de los arrecifes. …………….( ser ) un hombre mayor, calvo, de barba negra, con un gesto de tristeza.
Keawe ………………..( mirar) al hombre, el hombre ……………..( mirar) a Keawe y cada uno …………………( envidiar) la suerte del otro.
De pronto el hombre ……………….( sonreír) hizo señas a Keawe de que se acercase y …………………( salir) a recibirlo.
Esta historia continua en el libro El diablo en la botella de Rober Stevenson.
Blog de estudio para alumnos de 2° Año de la Escuela N° 32 de Koluel Kaike en la Provincia de Santa Cruz.... Un espacio para ganarle a la distancia....
domingo, 17 de mayo de 2015
domingo, 3 de mayo de 2015
Lecturas...
Alumnos: como nuestro primer acercamiento a la Literatura serán los cuentos tradicionales y modernos, aquí les dejo algunos para leer. Cuando hayamos revisado la teoría, vamos a diferenciarlos en el análisis y comentarios que surjan en clases...Espero les gusten...
El PAISAJISTA
El ejército de un poderoso emperador
había conquistado unas tierras lejanas y desconocidas. Como el monarca no había
tenido oportunidad de verlas con sus propios ojos, decidió enviar a un
talentoso pintor, quien debería plasmar en un cuadro las imágenes que observara
en dichas tierras.
El pintor viajó días y días hasta llegar al lugar indicado. Una vez allí, observó detenidamente el nuevo territorio; lo recorrió palmo a palmo, caminó por aquella magnífica geografía sin que sus ojos perdieran detalle. Cuando estuvo satisfecho, emprendió el regreso.
Sin embargo, al presentarse ante el emperador, no le entregó ninguna pintura, ni siquiera un boceto. El monarca se mostró sorprendido y lo reprendió duramente. Entonces, el pintor solicitó que le permitiera usar una gran pared del palacio y que lo dejara solo hasta que el mural estuviese terminado. El pedido fue concedido y así, sobre ese enorme lienzo, el artista comenzó su trabajo.
La tarea le demandó varias semanas, durante las cuales el pintor apenas probó bocado; durmió unas pocas horas, sólo cuando el agotamiento lo vencía. Apasionado con su obra, mezcló colores en su gran paleta, combinó materiales y, de ese modo, lentamente, la inmensa pared comenzó a llenarse de formas, volúmenes, texturas, brillos, luces y sombras. Cada tanto, el maestro cerraba los ojos para evocar el tono exacto de una montaña bajo la luz del crepúsculo o el contorno de un árbol altísimo, de tronco rugoso y flores como perlas. Aquella lejanísima geografía comenzaba a cobrar vida y penetraba triunfante a través de los altos muros del palacio. Por fin, cuando la obra estuvo terminada, el artista mandó llamar al emperador.
El monarca se presentó, seguido de su séquito, y observó maravillado el gran fresco; mientras lo contemplaba, el pintor le iba contando minuciosamente las características de aquel paisaje, la maravilla de sus montañas, sus ríos, sus cascadas, sus bosques.
Cuando finalizó la descripción, el artista se acercó al muro pintado. Un estrecho sendero aparecía en primer plano y parecía perderse en el espacio. El monarca y su séquito tuvieron la impresión de que el cuerpo del pintor se introducía poco a poco en el sendero. Inmediatamente después vieron cómo caminaba por el paisaje, cómo el viento agitaba suavemente su cabello; a medida que avanzaba, el pintor se iba haciendo más y más pequeño hasta que dobló por una curva del sendero; entonces, lo perdieron de vista.
En ese mismo instante desapareció todo el paisaje y la gran pared del palacio quedó desnuda, como si nunca hubiera sido pintada.
El emperador se dirigió a sus aposentos, seguido de su séquito. Todos estaban en silencio.
El pintor viajó días y días hasta llegar al lugar indicado. Una vez allí, observó detenidamente el nuevo territorio; lo recorrió palmo a palmo, caminó por aquella magnífica geografía sin que sus ojos perdieran detalle. Cuando estuvo satisfecho, emprendió el regreso.
Sin embargo, al presentarse ante el emperador, no le entregó ninguna pintura, ni siquiera un boceto. El monarca se mostró sorprendido y lo reprendió duramente. Entonces, el pintor solicitó que le permitiera usar una gran pared del palacio y que lo dejara solo hasta que el mural estuviese terminado. El pedido fue concedido y así, sobre ese enorme lienzo, el artista comenzó su trabajo.
La tarea le demandó varias semanas, durante las cuales el pintor apenas probó bocado; durmió unas pocas horas, sólo cuando el agotamiento lo vencía. Apasionado con su obra, mezcló colores en su gran paleta, combinó materiales y, de ese modo, lentamente, la inmensa pared comenzó a llenarse de formas, volúmenes, texturas, brillos, luces y sombras. Cada tanto, el maestro cerraba los ojos para evocar el tono exacto de una montaña bajo la luz del crepúsculo o el contorno de un árbol altísimo, de tronco rugoso y flores como perlas. Aquella lejanísima geografía comenzaba a cobrar vida y penetraba triunfante a través de los altos muros del palacio. Por fin, cuando la obra estuvo terminada, el artista mandó llamar al emperador.
El monarca se presentó, seguido de su séquito, y observó maravillado el gran fresco; mientras lo contemplaba, el pintor le iba contando minuciosamente las características de aquel paisaje, la maravilla de sus montañas, sus ríos, sus cascadas, sus bosques.
Cuando finalizó la descripción, el artista se acercó al muro pintado. Un estrecho sendero aparecía en primer plano y parecía perderse en el espacio. El monarca y su séquito tuvieron la impresión de que el cuerpo del pintor se introducía poco a poco en el sendero. Inmediatamente después vieron cómo caminaba por el paisaje, cómo el viento agitaba suavemente su cabello; a medida que avanzaba, el pintor se iba haciendo más y más pequeño hasta que dobló por una curva del sendero; entonces, lo perdieron de vista.
En ese mismo instante desapareció todo el paisaje y la gran pared del palacio quedó desnuda, como si nunca hubiera sido pintada.
El emperador se dirigió a sus aposentos, seguido de su séquito. Todos estaban en silencio.
(Cuento oriental)
El guante de encaje
Cierta vez un
paisano de La Aguada viajaba con su hijo en carro por el camino viejo que une
al poblado que llaman Capilla de Garzón con Pampayasta. Cuando iban pasando por
el campo de los Zárate, en el cruce mismo con el camino nuevo, una mujer muy
joven vestida de fiesta, los detuvo.
Aunque era muy entrada la noche, la habían visto de
lejos porque la luz de la luna era intensa y el color del vestido, blanco
brillante. -Mi novio se ha enojado conmigo y me ha dejado sola en el medio del
campo- dijo cuando el carro se detuvo- ¿Podrá Ud. llevarme hasta la entrada de
Pampayasta? Yo vivo allí.
- Cómo no, señorita -contestó el paisano, y él y su hijo
le hicieron un lugar en el carro. Viajaron en silencio un buen rato, hasta que
empezaron a hablar de cosas sin importancia, más por ser amables que por
verdadera necesidad de decir algo. En esas conversaciones ella confesó que le
gustaba demasiado el baile y que se llamaba Encarnación.
Era una noche de crudo invierno y la joven estaba
desabrigada. Cuando el paisano la vio temblar, dejo: -Convide, hijo, a
Encarnación con un bollo de anís y un trago de ese vino de canela que llevamos,
que es bueno para los enfriamientos. Y el muchacho le ofreció pan y vino. Ella
pegó un bocado grande al bollo y tomó desesperada unos tragos. Algo del vino
cayó sobre el vestido y dejó allí en el pecho, una mancha rosada como un
pétalo. - ¡Qué lástima! -habló ella- ¡Era tan blanco!
Pero siguió comiendo el bollo de anís con muchas ganas,
tanto que cualquiera hubiera dicho que iban a pasar años antes de que volviera
a ofrecerle algo.
Cuando llegaron a la entrada de Pampayasta, muy cerca de
donde está el boliche de Severo Andrada, les dijo que habían llegado. El
paisano detuvo el carro y ella bajó y fue corriendo a la casa de la esquina,
frente al cruce. Padre e hijo siguieron viaje. Habían hecho unas cuantas leguas
cuando el hijo vio brillar algo en el piso del carro. Se agachó y descubrió un
guante blanco de encaje fosforescente. Entonces se lo mostró a su padre y
decidieron volver a la casa donde habían dejado a Encarnación, para
devolvérselo.
Hicieron de regreso las leguas que habían andado, hasta
la zona del boliche de Severo Andrada, y se detuvieron en la esquina, frente al
cruce. Bajaron los dos, pero fue el padre quien golpeó las manos. - ¡Avemaría
purísima!- llamó como lo hacen los paisanos. Le contestaron los perros. Y
después, la voz de un hombre recién arrancado del sueño.: - ¿Qué se le ofrece?
- ¿Aquí vive una señorita Encarnación? -preguntó el
paisano. El dueño abrió la puerta. Estaba pálido. Y se quedó mirando a los dos
forasteros sin decir palabra.
- Venimos a devolverle un guante. Se lo ha olvidado hace
un momento en nuestro carro.- El hombre siguió mirándolos en silencio.
- No lo tome a mal -insistió el paisano-. Tuvo un
problema y nos pidió que la acercáramos. - El hombre seguía en silencio.
El hijo estuvo con la mano extendida, acalambrada de tanto ofrecer el
guante al dueño de casa, hasta que éste habló: -Es mi hija, pero está muerta...
ayer se cumplieron veinte años...
- Dijo que venía de bailar...- recordó el paisano-.
-Hace veinte años... - contó el padre- para el día de
Santa Rosa, murió bailando en las fiestas patronales. Del corazón, ¿sabe?
Los dos hombres que habían llegado en el carro, así como
estaban pegaron media vuelta murmurando una disculpa. Pero el padre de la joven
exclamó: - El guante... por favor. Es para llevárselo a la tumba. Todos los
años para la fiesta de Santa Rosa, se olvida algo en alguna parte y hay que ir
a ponérselo.
El muchacho entregó
el guante de encaje. Después alcanzó en silencio a su padre que ya estaba
sentado en el carro azuzando a los caballos.
María Teresa Andruetto
Bienvenidos!!!!
Hola!!!! Estimados alumnos:
desde este momento, tenemos un nuevo mecanismo para conectarnos...La distancia - a veces - hace dificultosas algunas tareas, pero este medio nos proporcionará un mejor contacto...Espero lo aprovechemos al máximo...Nos vemos en clases....
desde este momento, tenemos un nuevo mecanismo para conectarnos...La distancia - a veces - hace dificultosas algunas tareas, pero este medio nos proporcionará un mejor contacto...Espero lo aprovechemos al máximo...Nos vemos en clases....
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